Era una expo grande, compleja, gozosa, resonante como una casa con muchas estancias, circular como un anillo y brillante como el haz de plata de la luna de Valencia, poderosa como una dragona subterránea, llena de sombras y siluetas que toman cuerpo, formas informes que Idoia nos muestra en diversos estados: cuelgan blandas como trapos, caen como puro chorro de masa violentada, o ascienden insurgentes desde las alcantarillas. Sus pinturas expresan procesos de transformación. Volveré sobre esto más tarde. En algún momento esas informas, como las llamamos en la conversación, se aquietan y ocupan un espacio. Podrían ser animales, u otro ser o cosa. Bultos. Su identidad no importa. Es como si la hubieran dejado atrás, o a un lado. Se nos muestran magníficamente en la indefinición, en la ambigüedad, en la indeterminación que facilita el tratamiento pictórico.
Esta potencia de lo indeterminado es paradójica en un trabajo como el de Idoia, que remarca la línea (“la actitud comiquera”, señala) y en el que abunda el collage. Es decir, las formas se representan en principio consolidadas en sus límites definidos (bien por una línea gruesa, bien por el corte). Pero quedarnos con esto sería como conformarnos identificando un estilo, como si dijéramos, realista, en ella. Ese realismo es una parte más de un juego de sensibilidades. En las tres ocasiones que nos vimos, Idoia habló a menudo de “elementa”. Según ella, la elementa es la construcción sensible sobre la que se vuelca toda labor artística. Y, ciertamente, su operación pictórica parece dedicarse a posibilitar una construcción sensible allá donde a priori podría creerse solo hay una forma derrotada, es decir, definida y última. En las pinturas de Idoia nada acaba sin que algo empiece. En ellas veremos siempre alguna clase de transformación en proceso. (Idoia ahora añadiría: “la elementa”, y reiría – Idoia ríe mucho, tiene una risa dulce y fabulosa, que se me contagia tan fácilmente como el suspiro de un viaje).
Suspiro y viaje: la historia de esta conversación, que es ya parte de la propia conversación. Se grabó en tres sesiones. Las dos primeras se llevaron a cabo en Donosti, quien sabe si bajo el influjo de Mercurio Retrógrado: un error de lo más banal en la primera sesión y una caprichosa vuelta de tuerca del azar en la segunda dio al traste con el material registrado. Le propuse entonces a Idoia un tercer encuentro, que tuvo lugar en Barcelona, en su estudio en La Verneda, un diáfano atardecer.
Y la cosa es que finalmente lo perdido no fue tanto. Es tedioso de contar, así que no entraré en detalles. Solo diré que recuperé una parte sustanciosa de aquellas conversaciones, y que habría bastado con ello para realizar el programa. Entonces ¿a qué ir a Barcelona? Pues, sencillamente, me lo pedía la historia. Y había que despedirse.
Bibliografía:
La Guerra. Idoia Monton
www.idoiamonton.com
La Metamorfosis. Franz Kafka.
Faces. Una historia del rostro. Hans Belting
Música:
Across Red Lines. Mary Ocher.
Gogol. Chilly Gonzales.
Estudio nº1. Sebastiao Tapajos & Pedro Dos Santos.
Who Put The Bomb. Jaakko Eino Kalevi.
Lucifer’s The Light Of The World. King Dudes.
Exodus. Wojciech Kilar, Polish National Radio Symphony Orchestra & Antoni Wit.
Pelle di Luna. Piero Umiliani.
Iudizio generala. Ibon Rg y Verde Prato.